2 de marzo de 2011

Capítulo 5

-¿Sorprendida?- preguntó al verme la cara.
-Bastante- contesté.
El chico iba esa mañana aún más guapo que la última vez. O al menos me lo parecía a mí. Lucía una fina camiseta negra de manga corta que le marcaba la forma de sus fuertes hombros y la perfecta musculatura de sus brazos. Además, el negro hacía que el gris de sus ojos resaltara. Su pelo moreno, estaba algo alborotado. No lo tenía corto del todo, le caía por todas partes dándole un aspecto informal e irresistible.
-¿Por qué? Ya te avisé de que iba a venir a tu instituto.
 Comenzamos a andar calle abajo.
-Ya, bueno- contesté- pero después de eso no diste señales de vida durante días. Ya creía que me habías tomado el pelo.
Soltó una carcajada.
-No, tranquila. No soy de esos.
-Mejor entonces- le dije sonriendo.
Me devolvió la sonrisa. Y en ese momento me di cuenta de que esta mañana estaba equivocada. Hoy es un día especial.
-He tardado en aparecer por aquí porque estaba de mudanza.- me dijo.
-Bien, y ¿dónde vives ahora?- me sentí después de esto un tanto entrometida.
-Cerca del parque en el que hablamos el otro día.- me respondió.
-Ah, como yo.- de nuevo esa sensación. Qué le importará a él...
-Lo suponía.- me dijo sonriendo.
Caminamos algo más sin saber que decir, hasta que Raúl decidió romper el hielo.
-Felicidades otra vez- me dijo- espero que hoy sea un día especial para ti- me dijo dulcemente- ¿Diecisiete verdad?
Noté como me ruborizaba un poco.
-Gracias-le mostré mi mejor sonrisa.- Sí.
-¿Tienes planes para hoy?- me preguntó un poco dudoso.
-Sí. Bueno, lo celebraré con mis padres esta tarde.
-Que bien- noté que algo le había molestado en esas palabras.
-Y tu ¿qué piensas hacer?- intenté cambiar de tema- ¿estás muy liado todavía con la mudanza?
-No, ya he terminado, no eran muchas cosas...
-¿Con quién vives?
-Sólo- Me miró. Entonces pude ver que detrás de ese chico simpático y sociable había algo triste. Algo que lo atormentaba. Que no compartiría con ella ni con nadie.
-Ya tengo los dieciocho, soy un adulto independiente- me contestó sonriendo e intentando ocultar lo que los dos sabíamos que yo ya había descubierto.
Llegamos al parque y nos despedimos con un alegre hasta mañana. Cada uno fue por una calle distinta. Lo miré mientras se alejaba. Sin duda alguna el chico era guapísimo.

Cuando llegué a mi casa, mis padres aún no habían llegado. Era de esperar, así que no me sorprendí. Dejé la mochila en el sofá. Estaba hambrienta. Me preparé unos espaguetis escuchando la radio. Con algunas canciones me emocionaba y me ponía a cantar como una loca, dando saltos mientras le echaba los ingredientes a la pasta. No comprendía muy bien el motivo de esa repentina felicidad que se había apoderado de mí. Intentaba convencerme a mi misma de que se debía a que era mi cumpleaños. Pero en el fondo era consciente de que era por Raúl. Por ese muchacho misterioso que al parecer voy a empezar a conocer mejor.
Con este pensamiento y con el delicioso sabor a espaguetis inundando mis papilas gustativas se abrió la puerta de mi casa. Mi madre entró seguida de mi padre. Se le veía cansada.
-¡¡FELICIDADES!!- dijeron a coro antes de ponerse a cantar.
Deje que terminaran la canción y les di las gracias acompañadas por un abrazo. Comimos mis buenísimos espaguetis seguidos de una tarta de fresa en las que tuve que soplar las velas.
Intentaban mostrarse felices pero mi madre se delataba de vez en cuando. Debía de haberle salido algo mal en el trabajo.
-¿Qué tal el asunto que habéis ido a resolver?- pregunté con aire inocente.
-Resuelto- se apresuró a decir mi padre sonriendo.
Mi madre se limitó a asentir.
-¿De verdad mamá?- la miré frunciendo el ceño.
-¡Claro que sí!- se levantó de la silla con una sonrisa impecable.- ¿Por qué te mareas tanto con el tema? Todo ha ido estupendo. Ahora tengo que irme a comprar, y tú deberás hacer deberes. Sal después un rato con Ana a tomar un helado. ¡Se está acercando el verano!- y desapareció en el pasillo al girar la puerta de la cocina.

Subí a mi cuarto y estudié largo y tendido. Pasadas dos horas me dí cuenta de que resoplaba cada dos minutos. Estaba harta y necesitaba despejarme. No me hacia falta llamar a Ana, iría a su casa directamente y si tenía ganas de salir saldríamos. Si no, me daría un paseo por el parque...

Ana tenía que estudiar para dos exámenes y se negó a salir después de haberme dado un fantástico regalo. Era una conjunto camiseta-pantalón-tacones que habíamos visto en “Stradivarius” la semana pasada y que me había encantado. Le di las gracias una y otra vez realmente emocionada y me encaminé hacia el parque con una enorme sonrisa en los labios.

De nuevo estaría mintiéndome a mi misma si no supiera que en el fondo tenía la esperanza de encontrarme al chico en el parque. Me senté en el banco y cerré los ojos. No sabría decir con exactitud cuando tiempo estuve así, pero diría que al menos cinco minutos habían sido. Abrí los ojos lentamente y miré hacia el frente. Ni un alma. Los columpios se balanceaban ligeramente por el suave viento que se acababa de levantar. Volví a toser. Creía que se me había pasado pero no parecía ser así. El viento empezó a soplar más fuerte. Los columpios comenzaron a balancearse brusca y descontroladamente en todas direcciones. Mi tos no cesaba. Creía que iba a ahogarme hasta que lo vi. Raúl estaba a mi derecha. De pie. Mirándome sin ningún tipo de expresión en su rostro.
-Deja que...- no entendí lo que decía. El viento me taponaba los oídos.
-¡Raúl!- chillé para que pudiera escucharme-¿qué está pasando?- el pelo me golpeaba la cara para segundos después desaparecer y luego volver a taparme la vista-¡¿me oyes?!- dije mientras me agarraba toda la melena en un puño para evitar ese desorden.
-Deja que sus...-el muchacho parecía estar poseído. Me miraba a los ojos-deja que sus...
Me levanté del banco y me acerqué a él.
-¡No te oigo!- grité lo más alto que pude-¡Raúl, dilo más fuerte!
-Deja que sus recuerdos confundan...- entonces lo comprendí todo.
-Tu mente.- Dicho esto el viento cesó de repente.

-¡¡Alba!!
Abrí los ojos y me encontré en mitad del parque, respirando a duras penas  y tosiendo continuamente. Unos brazos fuertes me agarraban por detrás, rodeándome todo el torso y apretando mis brazos contra el pecho.
-Alba. ¿Estás bien?- dijo mientras me giraba suavemente para que lo mirara de frente.
Ver a Raúl tan cerca me sorprendió por varios aspectos. El chico era aún más guapo con esa pequeña distancia de por medio. Sus ojos eran realmente preciosos. Y me miraban aterrados.
-Em...- tragué saliva- si, bueno, eso creo. ¿Qué ha pasado?
Raúl seguía agarrándome los brazos, me llevó hasta el banco y me sentó. Se sentó a mi lado y entonces dejó de hacerlo. Al notar que sus manos se alejaban de mí, me sentí sola y desprotegida.
-Eso me gustaría saber a mí. Vine a dar un paseo y te encontré en el banco. Creía que estabas tomando el sol y decidí darte un susto- sonrió por primera vez en toda la tarde.- El susto me lo he llevado yo, cuando después de zarandearte un poco, te has caído al suelo de bruces.
Abrí los ojos como platos.
-¿En serio?- me toqué la cara para ver si me había roto un diente o algo por el estilo. No, parecía estar todo en orden.
-Bueno, no has llegado a caerte, he conseguido cogerte antes de que estamparas tu cara contra el suelo. Lo peor ha llegado cuando al descubrir que estabas dormida, y al intentar despertarte, te has levantado, y con los ojos cerrados has empezado a chillar mi nombre.
Noté como me ruborizaba.
-Dios, que vergüenza- me reí mientras me tapaba la cara con ambas manos.
-¿Por qué?- preguntó sonriendo.
-No sé, quizás porque parece que he soñado contigo y que tú lo has visto. Es patético.
Se echó a reír.
-No creo que deje a una chica pirada por mí en tan solo unos días. Seguro que ha sido porque me escuchaste de alguna manera cuando te llamé- me guiñó un ojo al terminar su teoría.
-Cierto, muy cierto- dije considerando su punto de vista- Eso es.
Aunque yo tenía otra teoría, ese chico me ha dejado hechizada en solo unos días. De eso no cabe duda. Pero en cuanto a lo de la frase, no tenía ni idea, y no creía que fuera adecuado comentárselo a Raúl. No para que creyera que estoy loca aún sin habernos empezado a conocer.

Me acompañó a casa para asegurarme de que llegaba sin quedarme dormida por el camino y me levantó la mano a modo de despedida antes de cruzar la calle que llevaba de vuelta al parque.

Esa noche estuve preocupada. Por una parte porque hacía tiempo que no me ocurría lo de hoy, y la frase que me dijo Raúl ya la había escuchado antes en otro sueño. Y por otra porque mi cumpleaños estaba apunto de llegar a su fin y mi mejor amigo no me había mandado ni tan siquiera un mensaje para hacerme saber que sigue vivo y que no se ha olvidado de mí. Alex me había pedido que no me preocupara. Pero cómo no iba a hacerlo, llevaba una semana sin aparecer y no se había acordado del día de mi cumpleaños.
Me convencí de que no tendría saldo o de que estaba realmente ocupado, pero sano y salvo. Bajé a la cocina para beber algo de agua y entonces oí ruidos extraños que provenían de la habitación de mis padres. Me acerqué sigilosamente, arrimé la oreja y la presioné con cuidado contra la puerta.
-Vamos, intenta dormir- decía mi padre mientras escuchaba a mi madre sollozar.
El corazón me dio un vuelco.
-No puedo, Roberto- decía ella entrecortadamente- nunca lo superaré.
-Por el amor de Dios, Ruth- decía él- ya han pasado diecisiete años.