Cuando bajé a cenar mi madre estaba sentada en el sofá, con los brazos cruzados bajo el pecho y con una mirada escalofriante: odiaba esa postura, significaba que La Espárrago ya había llamado a casa... ¡Genial!
-Alba, siéntate- la obedecí en silencio- Explícame tu comportamiento de esta mañana.
-¿Qué tengo que explicarte, mamá?
-¿Cómo has podido quedarte dormida en clase? Hija mía, ¡qué vergüenza! Cuando se entere tu padre...
-Lo siento...No se como me ha podido pasar...
-¿¡Cómo que no sabes!? ¡Te has quedado dormida en mitad de la clase de Doña Inés! ¿No te da vergüenza?
-Mamá, yo no quería, no se lo que me ha pasado.
-Pues como te vuelva a pasar jovencita, ¡te vas a enterar de lo que vale un peine! ¿¡Entendido!?- gritó.
Asentí y subí a mi cuarto en silencio. Ya no me apetecía cenar, no solía pelearme con mi madre, y no quería decirle la verdad para asustarla...
Cerré la puerta y me miré al espejo. Tenía muy mala cara. En mi rostro se dibujaba perfectamente una expresión de miedo que a mi misma me asustaba. ¿Qué me estaba pasando? Suspiré y me tiré a la cama. El techo seguía igual que siempre, blanco, con una lámpara en el centro y con aquella pequeña grieta en la esquina... Pero yo ya no me sentía igual, para mi algo había cambiado...Cogí la libretita en la que escribí antes aquella extraña frase e intenté buscarle un significado.
“Deja que sus recuerdos confundan tu mente.”
Analicemos:
¿Sus recuerdos? ¿Los recuerdos de quién? Y...Que confundan mi mente...
Mi mente ya está confundida... ¿Algo más? A ver... ¿quién me dijo esa frase? Aquella sombra extraña en la que se convirtió el bebé...Por lo tanto, no son sus recuerdos, son de otra persona...
De repente se me nubló la vista y las palabras de la frase empezaron a verse borrosas y a cambiar de sitio. La libreta se me escapó de las manos y me golpeó la cara. Me llevé las manos a ésta y cerré los ojos con fuerza, no quería volver a quedarme dormida. Me empezó a faltar el aire, y la respiración se me entrecortaba cada vez que intentaba que llegara oxígeno a mis pulmones.
Entonces volví a verla. Aquella chica de mis otros sueños volvió, pero mucho más pequeña, con unos 12 años...Aunque lo veía todo muy difuso, su cara la veía a la perfección. Sonreía, y jugaba con su madre y la que parecía ser su hermana mayor a un juego de mesa.
-¡Laura! Te toca tirar.
-¡Ahora os voy a ganar!- decía tirando el dado.
Un seis.
Cuando vio este número saltó de la silla con una gran sonrisa en la cara y dando brincos gritaba:
-¡Os he ganado, os he ganado!
-Mamá, a hecho trampa- decía la otra chica intentando parecer enfadada.
-¡Venga! ¡Qué mal perder tienes!- dijo la madre.
-¡Es broma!- y rieron las tres.
La escena era bastante entrañable, se veían felices de verdad.
Entonces llegó un hombre con la mirada enfadada y el ceño fruncido.
-Carmen, tengo que hablar contigo.
-Ahora estoy jugando con nuestras hijas, Roberto.
Se notaba la tensión en el ambiente.
-¡Ahora!- gritó, de tal manera que tembló la mesa en la que jugaban.
Carmen se levantó muy seria de su silla y siguió a Roberto al salón. La pequeña Laura comenzó a llorar y se abrazó a su hermana mayor.
-Laura, tenemos que olvidarnos de él. Muy pronto estaremos solas nosotras tres, ¿de acuerdo?
-Ya lo sé- dijo sollozando- pero...
En ese momento llegó Roberto a la habitación.
-Me voy, os deseo lo mejor en esta vida- consiguió decir antes de dar media vuelta y comenzar a andar hasta la puerta- siento no haber sido el padre que os merecéis, pequeñas- esto último no se atrevió a decirlo mirándolas a la cara- Adiós.
-Adiós, dijeron a coro- Laura abrazó más fuerte a su hermana hasta que oyeron como se cerraba la puerta con un portazo que les dolió a ambas en el corazón.
Laura se separó de su hermana y subió corriendo a su habitación, se tiró a la cama boca abajo, y lloró hasta que se quedo sin lágrimas, y sin fuerzas.
Me desperté a las 5 y media de la mañana, y me sentía fatal. Estaba ardiendo, y sentía los fuertes latidos del corazón retumbar en mi cabeza. Tenía un aspecto horrible, el pelo todo alborotado y muchas ojeras. Tenía que dormir, pero no quería, me daba miedo. Prefería este insoportable malestar a dormir y soñar más con ella.
Ella.
Me vino un recuerdo inmediato de la chica a la cabeza, y los latidos me retumbaron fuertemente, era insoportable.
Ella es...Laura. En ese momento, toqué la almohada y la noté húmeda. La levanté y la palpe para verificarlo y me di cuenta de que no estaba húmeda, estaba chorreando: Eran mis lágrimas.
De repente otro recuerdo me vino a la cabeza. Laura estaba tumbada en la cama. Llorando. Volví a marearme. ¿Por qué soñé con ella, por qué lloré por ella?, ¿acaso la conozco?, ¿acaso me importa?
El dolor empezó a ser realmente inaguantable, la respiración se me entrecortaba, me temblaban las rodillas y empezaba a perder el equilibrio. Caí al suelo de bruces. Minutos después, el dolor no cesaba, pero el mareo se me fue pasando. Me levanté del suelo y corrí escaleras abajo: por suerte mis padres dormían al otro lado de la casa, tan profundamente que no los despertaría ni una manada de elefantes que irrumpiera en su cuarto. Atravesé el salón y cogí el teléfono. Me senté en el sofá, cogí aire y marqué el número de Alex. Los cinco timbrazos que me hizo esperar se me hicieron eternos.
-Alex...Estoy fatal, me duele todo, no me sostengo en pie, no se que me pasa...- se me estaban empañando los ojos- Necesito ayuda- Una lágrima calló liberada por mi mejilla- te necesito, por favor, por favor...-dije entre sollozos. Estaba realmente asustada.
-¿¡Qué me dices!? Ya te dije que tenías que ir al médico. Pero tu tranquila, voy para allá, ¿vale? Voy a llevarte al hospital, pero avisa a tus padres, eh. No tardo- Dijo antes de colgar.
-¡Al hospital no!- le grité al teléfono.
Cuando escuché la puerta corrí a abrir, tenía la cara inundada en lágrimas y la respiración irregular a causa del llanto. Alex al verme así me dio un abrazo y me llevo al salón, una vez sentados en el sofá llegó la hora de contárselo todo.
Alex me escuchaba atentamente. Su expresión no daba a entender que me tomaba por loca, atendía, hacía preguntas, y esperaba pacientemente cuando tenía que respirar para poder seguir hablando...Al terminar la historia, me dijo lo que más temía escuchar:
-Tienes que ir al hospital.
-¡No, Alex!, esto no es algo que puedan curar con antibióticos. Me tomaran por loca y me mandarán al psicólogo. Esos sueños están relacionados entre sí, quieren decirme algo. Siempre sale la misma chica en todos. Se llama Laura...
Su expresión cambió de repente. Como si hubiese entendido algo, como si algo lo aterrara...Pero cambió lo más rápidamente que pudo, intentó disimular.
¿Temía por mí? A juzgar por la cara que acababa de poner, temía incluso más que yo misma. Nunca lo había visto así.
-¿Y qué hacemos, Alba?, ¿cómo vamos a resolver esto, si no tenemos la más mínima idea de lo que tienes que hacer?
-No lo sé...-Me acordé de la libretita y de esa frase y corrí escaleras arriba para enseñársela. Alex me siguió. La saqué del primer cajón de mi escritorio y se la di.
-Mira esa frase, me la dijo una especie de sombra en uno de los sueños.
-“Deja que sus recuerdos confundan tu mente”- puso cara de asco- ¿qué narices significa esto?
-Me he hecho una idea de lo que puede significar-dije terminando de analizar lo que estaba pasando por mi mente.
-Explícate- me dijo sentándose en el suelo.
-No se, Alex, creo que Laura quiere que la ayude.
-¿Laura? ¡Pero si esa chica no existe!- dijo intentando convencerme- es tu subconsciente el que la mantiene viva...
-No sé, Alex...Creo entender que son los recuerdos de Laura los que tienen que confundirme...
Empalideció otra vez.
-Pues yo no entiendo nada- dijo tragando saliva.
-Creo que tengo que seguir permitiendo que aparezca en mis sueños para encontrar una respuesta, es la única opción.
-¿Cómo que “seguir permitiendo”?, ¿es qué puedes evitarlo?- preguntó esperanzado.
-No, no puedo – me desanimé- no me queda otro remedio que ver lo que sucede...
-Alba, no se que cojones te pasa, pero como todo esto no acabe pronto, te llevaré al hospital – dijo, empleando un tono serio y protector que yo no estaba acostumbrada a ver en Alex- ¿está bien?
-...No, no está bien- contesté.
-¡Alba!- dijo elevando el tono- te lo vuelvo a repetir: ¿está bien?- me encantaba ver como ponía esa mirada tan seria, estaba desempeñando el papel del hermano mayor que yo nunca tuve.
Me rendí.
-Está bien...
-Así me gusta- otra vez volvía a ser el Alex que yo tan bien conocía.
Muchas veces me preguntaba que es lo que le faltaba a Alex para llegar a la perfección. Para mí, ya había llegado a ella, e incluso la había superado. Pero, ¿cómo podía Ana estar tan ciega y no darse cuenta?
-¿En qué piensas?- ladeó la cabeza a un lado mientras me preguntaba.
-En que...tengo que ir a dormir. ¿Te importaría quedarte aquí? Necesito tener a alguien cerca que sepa de mi situación y...
-Alba- me interrumpió- no voy a dejarte sola, quieras o no.
-Vale, gracias Alex, siempre puedo contar contigo...- Le di un beso en la mejilla y me tumbé en la cama.- Buenas noches.
Solo tenía que quedarme dormida, cosa que no me constaría mucho, para volver a soñar con ella. Con esa extraña para mí.
Extraña, ya no me parecía del todo apropiada esa palabra para ella. No sabía por qué, pero sentía como si la empezara a conocer. Como si me empezara a caer bien, no quería que esto se acabase sin más, quería averiguar que era lo que ocurría, que quería conseguir Laura con esto, y porqué, de algún modo inexplicable, sentía que había un vínculo entre las dos que nos unía.