Esta vez, Laura corría por un callejón en una noche oscura, corría muy rápido. Posiblemente más rápido de lo que lo había hecho en su vida. Estaba asustada. Algo la estaba persiguiendo...
-No, no, no... ¡NO!- gritaba con la respiración entrecortada- ¡déjame, por favor!, ¡déjame en paz!- había empezado a llorar- no te conozco, no puedo hacer nada por ti...por favor...
Ahora estaba algo más grande, y su cara tenía una expresión más madura. Como si ya se hubiese enfrentado a esto antes, como si ya hubiese dejado de ser una niña: Y yo sentía su miedo. Sentía su angustia, su ansia, su dolor...Sus ganas locas de olvidarse de todo y de terminar con aquello.
Quería ayudarla. De verdad quería...No. No quería: lo necesitaba. Tenía que ayudarla. Tenía que hacerlo.
Ella seguía corriendo despavorida, desesperada por encontrar la forma de que la dejaran en paz: ya se había quedado sin fuerzas, sin ganas de seguir luchando.
“Laura...”- La llamé- “Laura, ¿puedes oírme?”
Ni se inmutó. ¿Dónde estaba yo? No me encontraba a mi misma. Estaba perdida, perdida en los recuerdos de Laura. De mi pequeña Laura.
“Laura, escúchame, no te asustes, estoy contigo”
Laura seguía corriendo sin percatarse de que no estaba sola en esto, de que yo estaba dentro de ella y de que quería ayudarla.
Tardé unos minutos en darme cuenta de que no podía hacer nada. Nada.
¿Qué era yo, si no una mota minúscula de luz que la observaba desde su interior?
Tropezó con una alcantarilla que resalía y calló al suelo bruscamente, provocando tal estruendo que algunos gatos que se encontraban en cubos de basura cercanos huyeron asustados. Entonces, empezó a llorar, tranquila y profundamente. Lo noté, noté su dolor, su sufrimiento. Y me dolió a mí. Creo que incluso más que a ella. Porque ella se había rendido, y yo no podía hacerlo...
“Laura, ¡levántate, vamos!” -le grité- “¡Puedes hacerlo!”
Entonces, la pequeña se acurruco en el suelo como si estuviese acostada en su camita, apretó los ojos con fuerza y comenzó a cantar dulcemente:
Oh noche, ven a traer a La Tierra , / el tranquilo encanto de tu misterio. / La sombra que le acompaña es tan dulce, / tan dulce es el concierto de tus dedos que cantan a la esperanza, / tan grande es tu poder que transforma todo en un sueño feliz...
Estaba cantando una de mis canciones favoritas: “Los chicos del Coro-La nuit” me emocioné de tal manera que se me olvidó el porque de que estábamos allí, se me olvidó el miedo, el dolor, todos los sentimientos que había compartido con ella hacía tan solo unos minutos.
Oh noche, oh. Deja todavía a La Tierra , / el tranquilo encanto de tu misterio. / La sombra que te acompaña es tan dulce.../ ¿Existe una belleza tan bella como el sueño? / ¿Existe una verdad más dulce que la esperanza?
Entonces, se levantó, decidida, y caminó lentamente en dirección contraria: hacia lo que la perseguía, mientras una sonrisa inocente se le dibujaba en el rostro.
“¡¡¡Nooooo!!!”- grité.
Di un brinco y me encontré sentada en la cama de mi habitación, Alex me miraba con la ceja arqueada y la boca ligeramente abierta, mientras me agarraba los brazos para que no me moviera.
-Vaya- dijo- nunca te había oído gritar con tanto entusiasmo.
-Dios, Alex. Esto es terrible.
-¿Qué es terrible exactamente?- preguntó con su típico tono burlón- ¿Qué te estás volviendo loca?, ¿qué te estás convirtiendo en una marmota chillona?-en ese momento se escuchó un ruido abajo- o... ¿qué se acaban de despertar tus padres?
-Creo que las tres cosas. ¡Vamos escóndete, vienen a ver por qué he gritado! Como te pillen aquí...- me estaba empezando a alterar.
-Vale vale, pero... ¿dónde me escondo?
Recorrimos la habitación con la mirada de una punta a la otra: ningún buen escondite, tendremos que utilizar el típico...
-Debajo de la cama- susurré. Escuché pasos alborotados subiendo las escaleras, ya estaban al otro lado de la puerta- ¡Vamos, rápido!- le metí un empujón, y se apresuró a meterse debajo de la cama sin hacer ruido.
Se abrió la puerta, y mi madre entró dando zancadas en la habitación.
-¡Madre mía! Alba, nos has dado un susto de muerte...- dijo, dejando escapar un suspiro de alivio- ¿has tenido una pesadilla, cariño?
-Eh...sí. No te preocupes, estoy bien.
-Pero... ¿tienes fiebre?- me tocó la frente mientras se sentaba a un lado de la cama- Estás muy caliente...
-No mamá, de verdad estoy bien...
-¡Ah, no, no, no! Yo te voy a tomar la temperatura, espera aquí- se levantó de la cama y se dirigió hasta el estante en el que tenía el termómetro- Si hace falta me quedo esta noche contigo.
Oh, oh... ¿aguantará Alex toda la noche ahí metido?
-¡Qué no, mamá! No hace falta, de verdad me encuentro bien, solo tengo sueño.
-Alba...-odiaba cuando mi madre se ponía tan testaruda- no te hagas la valiente. Ya eres...
-Ruth, por el amor de Dios- Mi padre estaba apoyado en la entrada y miraba la escena con cara de pocos amigos - deja a la niña tranquila y volvamos a dormir, ¿sí?
Mi madre suspiró profundamente y puso cara de agotamiento: se había rendido, al fin.
-Está bien...-dijo mientras llegaba a donde estaba mi padre y se disponía a cerrar la puerta- Buenas noches hija.
-Buenas noches, mamá- y la puerta de cerró.
Esperamos un minuto aproximadamente sin movernos, para estar seguros de que mis padres ya se encontraban lejos de la habitación.
-Lo que ha faltado...- dijo Alex saliendo de la cama y sentándose donde hacía solo unos minutos lo había hecho mi madre- ¿Quieres volverte a dormir?
¿Quería volver a ver a Laura? Sí. Quería saber que le había pasado, saber si estaba bien...-Sí- dije, me dí la vuelta y cerré los ojos deseando con todas mis fuerzas que la pequeña se encontrara bien.
Cuando los abrí, solo logré ver la luz amarilla y brillante que desprendía mi despertador. Después de pestañear varias veces, pude distinguir los números: eran las 10:30. Extrañamente, no había soñado nada. Me levanté y vi un papelito arrugado que había en la mesita. Lo desdoblé y empecé a leer:
Alba, lo siento, he tenido que irme. No me llames por favor, puede que estemos varios días sin vernos, quizás semanas ¿vale? No te preocupes, son asuntos familiares... Y no tengas más pesadillas.
Por cierto, todavía sigue en pie el acuerdo que hemos hecho. Si no he vuelto en el tiempo previsto, pero la cosa sigue igual, te aseguro que irás al hospital. J
Cuídate enana.
Alex.
Volví a doblar la carta y la metí en el primer cajón que encontré. ¿Por qué me habría dicho que no lo llamara? Asuntos familiares... espero que todo vaya bien. De lo contrario, me lo habría dicho, ¿no?
Bajé las escaleras, me senté en el sofá y encendí el televisor.
Sábado. Sin Alex. ¿Qué iba a hacer? No había nada interesante en la tele, y me aburría tanto que se me cerraban los ojos... ¡Ya está! Cogí el teléfono y marqué a la primera persona que tenía en la lista de contactos: Ana.
Después de varios timbrazos, mi amiga cogió el teléfono.
-¿Alba?- tenía voz de dormida- ¿pasa algo?
Hora y media después nos encontrábamos en el parque, sentadas en un banco que se situaba frente a una fuente. Le conté lo sucedido y decidí no hablar más de ese tema. Por hoy ya era suficiente.
-Oye Ana, déjame hacerte una pregunta- me miró frunciendo el ceño- ¿a ti por qué...? – Dudé unos segundos- ¿Por qué no te gusta Alex?
Puso los ojos en blanco y resopló.
-Ay, Alba, ¿cuántas veces voy a tener que explicártelo?- me preguntó mirando la fuente.
Me encogí de hombros.
-Las que haga falta, hasta que lo entienda.
-Vale. Pues, es que Alex no me llama la atención...
-¡Pero si es guapísimo!- dije más emocionada de lo que debía.
-¡Pues sal tu con él!- dijo enfurruñada.
Vaya. Eso si que no me lo esperaba. Me ruboricé y agache la cabeza. Alex es mi mejor amigo. No, no, no. ¿Qué estoy pensando?, ¿por qué se me han encendido las mejillas? ¿Es que acaso...?
Ana me sacó del ensimismamiento.
- No digo que no sea guapo. Pero es que... es demasiado perfecto.
-¡¿Cómo?!- estaba alucinando- ¿y qué más quieres?
-No es que quiera más, Albi- dijo mirando algo que le habría parecido interesante del suelo- quiero menos.
-¿Menos?, tu estás chiflada. ¿Sabes cuántas niñas matarían por estar en tu lugar? – Estaba subiendo demasiado el tono- Es guapo, tiene un cuerpazo, unos ojos verdes preciosos, una sonrisa perfecta, y es divertido, maduro, cariñoso, inteligente...
-¡Alba!- me interrumpió ella- ¿de verdad nunca te has planteado salir tu con él?- me dijo riendo a carcajadas.
Entonces lo tuve claro: Imposible.
-¡Claro que no! Solo intento...que le des una oportunidad.
-No puedo...
-Por favor. Por favor. Por favor...
-Es que no sé... Yo quiero alguien misterioso, alguien a quien aprender a querer no solo por sus virtudes, si no también por sus defectos.
-Pero...él también tiene defectos- dije pensando cuales podrían ser- tiene muchos...
-¿Cómo cuales, eh?
-Ah, ¡por dios! Por favor Ana, ¡por favor! Hazlo por mí.
-Bueno, bueno... me lo pensaré. Pero no te prometo nada. ¿Vale?
-¡¡Vale!!- me abalancé sobre ella y la abracé con tanta fuerza que casi la ahogo. Ana era muy frágil, era algo más bajita que yo. De tez oscura, pelo moreno y ojos verdes- te lo prometo. No te arrepentirás.
Pasé todo el día con ella. Iba a tener que hacerlo más a menudo, lo había pasado estupendamente.
Caminaba despacio por la calle central de mi barrio. Todavía tardaría unos quince minutos en llegar a casa, pero no tenía prisa. Era agradable el frescor de la noche, el silencio, y la tranquilidad que se respiraba en el aire.
No había vuelto a quedarme dormida, y era extraño. ¿Y si no fuera una casualidad?, ¿y si tengo que tenerle miedo para poder verla?
-Psss- ¿qué había sido eso? Seguí caminando como si no hubiera oído nada.- Psss- no lograba ver a nadie entre la oscuridad, pero tenía la sensación de que era a mi a quien llamaban. Sentí la necesidad de correr, pero iba a ser muy descarado...
Giré rápidamente la primera esquina que encontré y “¡POOOM!” choqué contra alguien de repente, salí disparada hacia atrás y me caí bruscamente al suelo de culo. Un “Au” inesperado salió de mi boca. Y mientras me frotaba la cadera con cara de dolor pude ver que una mano se tendía hacia mí.
-Lo siento. – Lo miré. Entre la oscuridad pude distinguir el intenso color de sus ojos. Eran de un gris precioso, y me miraban, me miraban a mí. Me sobrecogí y bajé la mirada.- ¿estás bien?
-Eeeem...Sí, sí. - me levanté apoyándome con la mano izquierda y rechazando la suya. - No te preocupes, no ha sido nada.
Intenté no volver a mirarlo, lo esquivé y me dispuse a seguir mi camino.
-Espera.- Dijo casi en un susurro.
Las piernas me empezaron a temblar, pero me giré y lo miré de nuevo a los ojos, esperando cualquier cosa que me quisiera decir. Él estaba ahí, a tan solo dos metros de distancia, y me miraba intensamente, como si quisiera averiguar algo en mis ojos.
Durante más de tres segundos pude sostener su miraba, pero después la bajé, ruborizada, y me di la vuelta de nuevo.
Esta vez el muchacho no dijo nada más, pero el corazón me empezó a latir más rápido aún. En el fondo quería que me llamara, quería ver otra vez esos ojos y que me explicaran que estaba pasando. Pero tenía miedo, por eso me fui.
Esa noche volví a soñar con Laura.